CARTA A LOS REYES
Mis queridos reyes magos
que venís por Navidad,
yo
os pido estas cosillas
con muchísima humildad.
Os las iré relatando
por orden de antigüedad
pues dicen las buenas normas
que se pida por la edad.
A mi San A----- C---és,
hombre con mucha solera
le podéis traer un piso
porque lo tiran afuera.
Si es mucho y no podéis
porque un piso vale un huevo
buscarle dónde meterse
aunque sea en Pueblonuevo.
Os lo ruego, no tardéis,
él no tiene dos reales
y lo arroja a la calle
el alcalde Luis Rubiales.
Dejadlo vivir tranquilo,
que no sufra en ningún caso
pues le sube la tensión
y se le rompen los vasos.
Si necesitáis maestro
para llevaros a Oriente
él os puede prestar uno
con la cabeza caliente.
Así le quitáis de encima
una mosca cojonera
que le llegó desde Guajar
para armar la pelotera.
También le podéis mandar,
que lo van necesitando,
trabajo para sus hijos
y se vayan colocando.
A mi amigo V-------llos.
Que muy poco necesita
me lo podéis jubilar
y que se quede en casita.
A él le gusta la escuela
pero se le nota raro
al tener que trabajar
junto a la seño Am—ro.
Su director es corriente
él nunca les pasa lista,
se porta correctamente
y no les pierde de vista.
Sólo tiene un defectillo
que se le nota de lejos:
a él no le gusta la tiza
y el partido socialista
le está tirando “los tejos”.
También os pido para él
que no pierde la afición
que me gustan un montón.
Sólo le falta que venga
algún diario o revista
que se fije en sus trabajos
que nos alegran la vista.
¡Ay, Antonio Va-----llos!
Nadie sabe lo que vales,
siempre todos te comparan
con Paco Martinmorales.
Nadie sabe que sois primos
lo lleváis en el genoma
no copiáis los dibujos,
y sois de Almegíjar, ¡toma!
Para Fer----ez Ol—ra,
el tercero de mi carta
os pido tranquilidad
que parece que le falta.
También le podéis quitar
el origen de sus males
al Director del Mayor,
que se llama Palomares.
Todos los cursos lo mismo
se reparten Salobreña
no les gusta cómo queda
y acaban dándose leña.
“A mí me sobran alumnos
toma este deficiente,
yo llevo mi linea tres
y tú tienes poca gente”.
Esa costumbre que tiene
el Paquito Palomares
no se la quita Jesús
ni llamando a Llamazares.
También le podéis traer
a uno que quiera a una vieja;
es su suegra, por más señas,
que por poco se la deja.
Cuando la tiene en su casa
ese mes es un infierno
ya sea en pleno verano,
como en el mismo invierno.
Juana se pone nerviosa,
él no cabe en su pellejo,
si le queréis ayudar,
¿por qué no se la lleváis
al cuñado Mel----jo?
Ya sólo quiero pediros
una pequeña cosita:
que nos sigamos viendo
juntos en esta mesita.
Os pido que no decaiga
la gran camaradería
por el buen rato que echamos
en
esta cafetería.
¡Con cuánta gana llegamos
los sábados de mañana!
¡Cuánta energía recargamos
para toda la semana!
Estos ripios dedicados
os los hace con cariño
vuestro
amigo, Paco Prados.

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